Un blog de Marta López Abril, coordinadora de proyectos en Altekio
La facilitación como herramienta para sanar los territorios y las comunidades
“Somos naturaleza, hace tiempo que hemos estado ausentes, pero ahora volvemos”.
Walt Whitman
La relación con la naturaleza no es igual en todas las culturas. Frente a la desconexión actual de gran parte de la población, que vive en grandes ciudades sin contacto apenas con la misma, otras culturas, como las de los pueblos indígenas, tienen un vínculo más profundo y respetuoso con la Madre Tierra o la Pachamama. Por ejemplo, para los mapuches, los seres humanos somos sólo un elemento más entre muchos otros del Universo,donde todos están sutilmente interrelacionados y en equilibrio, incluidos los animales, plantas, aguas, paisajes, incluso los espíritus.
Robin Wall Kimmerer, en su libro “Una trenza de hierba sagrada”, afirma que “En los saberes indígenas el ser humano es «el hermano pequeño de la Creación», la criatura que menos experiencia tiene de la vida y, por tanto, que más debe aprender del resto de las especies, que son las maestras que nos guían.”
La ecología profunda, impulsada por Arne Naess en 1.973, propone un modelo biocéntrico, en el que la vida de todas las especies y de la propia Tierra tienen valor por sí mismas, más allá de su utilidad (a diferencia de las visiones antropocéntricas y capitalistas). Esta corriente se basa en la estrecha interdependencia entre todos los elementos y fenómenos de la naturaleza, en la necesidad de búsqueda de equilibrio del ser humano con ella y en el concepto de límites del crecimiento.
Richard Louv describió por primera vez el concepto de “Trastorno por déficit de naturaleza” al detectar los efectos perjudiciales que tenía esta desconexión sobre la salud física, psicológica y emocional. Esta separación tiene, además, consecuencias en el desarrollo de actitudes y valores proambientales. Separar(nos) a los seres humanos de la naturaleza provoca el empobrecimiento de las relaciones sociales y la pérdida de conocimiento ancestral sobre el medio y el territorio, así como de los ritos y costumbres que forman parte de nuestra identidad cultural.
¿Qué ocurre cuando sanamos los lazos entre las personas y la naturaleza?
Diferentes estudios y experiencias muestran que, cuando esto sucede, mejora nuestra salud física, psicológica y emocional; reconectamos con nuestra propia naturaleza, con nuestro cuerpo y nuestras emociones.
También se generan vínculos afectivos con el territorio y sentido de Comunidad, aprendemos de los procesos y ciclos de la naturaleza, y potenciamos nuestra resiliencia individual y colectiva.
Cuando experimentamos de forma directa que formamos parte de la trama de la vida, vivenciamos que, por tanto, somos naturaleza.
Para abordar la actual crisis social y ambiental, es necesario ofrecer experiencias que nos ayuden a comprender que somos seres ecodependientes e interdependientes.
¿Puede ser la facilitación una herramienta para abordar la crisis ecosocial actual?
Por un lado, la facilitación ofrece experiencias grupales que nos ayudan a experimentar que somos seres interdependientes, que nos necesitamos mutuamente para sobrevivir y para vivir una vida que merezca ser vivida; para construir una sociedad en la que quepan todas las personas, y diseñar nuevas narrativas y caminos desde el entendimiento profundo. Cuando experimentamos experiencias positivas en comunidad, somos capaces de comprender el potencial de la inteligencia y de la acción colectiva. Estas experiencias nos transforman desde el punto de vista personal y también comunitario.
Por otra parte, es clave incorporar, desde la mirada de la facilitación, el concepto de ecodependencia en los procesos de deliberación, indagación y toma de decisiones sobre los grandes temas socioambientales. Este concepto se fundamenta en la idea de que somos parte de la trama de la vida, lo que implica situar la vida, los cuidados, los derechos de la Tierra y de otras especies, en el centro de nuestras actuaciones.
Por último, la facilitación también es una herramienta para el autoconocimiento, la conexión con nuestra propia naturaleza profunda y para construir una relación más saludable con otras personas y con el medio que nos rodea.
En palabras de Paul Hawken “Ya que el conocimiento de una persona puede representar sólo un fragmento de la totalidad de lo que se sabe, la sabiduría puede ser alcanzada cuando la gente combina lo que ha aprendido… la defensa del mundo puede ser verdaderamente conseguida sólo por medio de la cooperación y la compasión… Nos convertimos en humanos al trabajar juntos y al ayudarnos mutuamente.”
¿Cómo incorporar los territorios y las comunidades a los procesos grupales?
Desde mi perspectiva y experiencia, algunas claves para incorporar estas dimensiones a través de la facilitación pueden ser:
- Trabajar en entornos naturales y en espacios simbólicos para las comunidades locales (ríos, lagos, árboles y rocas singulares, etc.)
- Trabajar con la población local.
- Incorporar en los procesos no sólo el conocimiento científico, sino otros saberes y conocimientos ancestrales.
- Incorporar en los procesos de deliberación, indagación y toma de decisiones sobre los grandes temas socioambientales las voces de otras especies y de la propia Tierra.
- Permitir(nos) espacios de expresión emocional que nos posibiliten sanar las relaciones con la naturaleza, con otras personas y con nosotras mismas.
- Abrazar la diversidad de personas, visiones y experiencias en los procesos comunitarios.
- Utilizar distintos canales de expresión para el conocimiento y la comunicación.
- Generar espacios inclusivos en los que compartir reflexiones, propuestas y generar nuevas narrativas y soluciones colectivas.
- Emplear diversos lenguajes y herramientas metodológicas como el arte y la creatividad.
- Utilizar elementos naturales, acercarnos a los ciclos de la naturaleza y a los rituales ancestrales.
- Potenciar la cultura de la gratitud, la restauración y la reciprocidad.
- Generar propuestas vivenciales, que favorezcan la introspección y la cohesión grupal.
- Tejer puentes entre la educación ambiental y la reconexión con la naturaleza y la facilitación.
- Poner la vida y los cuidados en el centro de las experiencias y las reflexiones.
En palabras de Robin Wall Kimmerer, “debemos ir más allá de la cultura de gratitud: hemos de convertirnos en culturas de reciprocidad”.
El Trabajo que Reconecta, de Joanna Macy
La profunda desconexión con la naturaleza que vivimos en muchas sociedades hoy día es una de las razones de la crisis multisistémica actual y que tiene una dimensión social, ambiental, política, cultural y de valores. La complejidad y profundidad de esta crisis requiere el despliegue de múltiples estrategias y herramientas educativas y de transformación social, ecológica y personal.
Una de las metodologías que considero más interesante en este sentido, porque aúna estas esferas, es el trabajo que reconecta, de Joanna Macy, desde el que se han desarrollado diversas técnicas y propuestas metodológicas para el trabajo grupal.
Esta línea de trabajo, que surgió en Estados Unidos en los años 70, incorpora la dimensión intelectual, corporal y espiritual para actuar en beneficio de la gran comunidad de la Tierra. Desde ahí, se plantea un trabajo en espiral que tiene cuatro fases: honrar el dolor por el mundo, ver con nuevos ojos, seguir caminando y actuar desde la gratitud. Para el necesario cambio de conciencia individual y global, debemos dar espacio a las emociones, a ese “dolor por el mundo”. Así, podremos conectarnos con la fortaleza de la vida y buscar alternativas a través del poder de la comunidad, de la resiliencia y de la creatividad colectivas.
Marta López Abril
♠ En este esquema se pueden ver las cuatro fases del trabajo que reconecta. Para profundizar, os invitamos a consultar la web https://eltrabajoquereconecta.org/